Me dejo arrastrar de la corriente
Me dejo arrastrar de la corriente, pero no de la del río, que arrastra cienos de hombres que añoran la escaces, tribulaciones que separaron corazones inocentes y licuaron las almas hasta convertirlas en la arenisca del tercer sótano donde no se conoce el absoluto.
Me dejo arrastrar de la corriente, pero no de la del mar, que atrae en hipnosis delirante hacia la misma dirección de las olas que mueren en la costa, pero más abajo abre su boca para arrastrar miserias y maldiciones hacia las profundidades en contrasentido, con la esperanza de sobrevivir precario y transformado en un nuevo ser que no sea capaz de recordar su pasado, pero que lo sepa todo.
Me dejo arrastrar de la corriente, pero no de la del viento, que atrapa en una danza cíclica los desechos de los deseos malvados, arrojados al aire por la vergüenza del espejo cuando se da cuenta que no hay más que terror en los ojos, luego de haber corrompido la cerradura que abre la puerta del amor y quedar atrapado consigo mismo, con una copa de veneno destilada por la necesidad.
Me dejo arrastrar de la corriente, mas no de la fuerza de voluntad de aquellos que viven con el constante miedo de morir sin haber probado el albedrío, que ponen trampas de dolor para que no se transiten otros caminos y amarran pesados fardos de infelicidad para castigar a los demás en silenciosas condenas de misericordia individual.